UN CAMPAMENTO GENIAL

 




El señor H mandó un mensaje al grupo WhatsApp de la comunidad San Borjina del Sector 6. Organizaba un campamento en el Parque Olave para celebrar el día del niño. La reunión sería a partir de las 5 p.m. ese sábado de agosto. Tenía que convencer a mi hijo porque desde hace dos meses que lo llevamos a talleres de deportes al AELU.  Empieza temprano, pero su última clase, la de baloncesto, es de 2 a 3 p.m.

         - Vamos hijo anímate para ir al campamento. Hace tiempo que no ves a tus amiguitos del barrio.

         - Pero papá. Voy a estar afuera todo el día y quiero a llegar a casa para jugar en la computadora.

         - Nunca has estado en un campamento y será una ocasión especial. Te vas a divertir.

No lo pude convencer durante todo el trayecto al club. Dos horas después, volví a la carga. Sus clases de ping pong habían terminado.  Desenvainé un chocolate para bajar su guardia. No conseguí doblegarlo. Mi esposa me resondró porque ya era hora de almorzar y me pidió que dejara de presionarlo.

         - Déjalo, que todavía tiene que jugar básquet. No será que el que quiere ir al campamento eres tú –me dijo ella y la verdad que en parte tenía razón. También hacía tiempo que yo no conversaba con mis amigos del barrio.

Almorzamos temprano y luego nos fuimos a ver la final de un campeonato de beisbol infantil. En Taiyo, uno de los equipos finalistas, participaba uno de sus amiguitos que asistía a los talleres de ajedrez.

             - ¿Sería genial que ganara el equipo de tu amigo verdad?

        - Sí mamá, pero ya no podremos seguir viendo porque en 10 minutos empieza mi clase de básquet.

         - Yo me quedo para contarte. Anda con tu papi, que luego los alcanzo.

A las 3 de la tarde en punto terminó la jornada deportiva de ese sábado. Ya estábamos por salir de club y vimos a un grupo de niños con globos.

         - Seguro que están repartiendo globos por el día del niño –dije.

        - ¡Vamos papá a buscar! –respondió mi hijo y nos arrastró de vuelta hacia el coliseo.

No solo le regalaron un globo, relleno de helio, sino también un huevito, relleno de golosinas. Mi hijo estaba feliz.  A pesar del cansancio del básquetbol, corría con otros niños con sus globos al aire como si volaran cometas. Luego pidió agua y fuimos a comprar.

      - Una botella de agua por favor –dije a la señora que atendía el quiosco.

        - ¿Quieres algo más?  – preguntó mi esposa a mi hijo.

         - Sí, quiero esa bolsa de malvaviscos –respondió mi hijo.

Era una bolsa grande, pero no repliqué. Además, ya tenía en mente que podía volver a negociar con mi hijo. Mientras pagaba, ya estaba pensando como volver a insistirle sin ejercer mucha presión. No obstante, mi hijo me abordó primero.

         - Papá, ¿podemos poner los malvaviscos en una fogata?

         - Claro que sí, pero en casa no podemos hacerla. Sería peligroso.

        - No papá. Estaba pensando que si vamos al campamento, entonces el Señor H capaz hace una fogata.

         - Conociéndolo no me extrañaría. Lo debe tener todo organizado.

         - !Mamá!, ¿tenemos palitos en casa para hacer brochetas?

         - Por su puesto. Siempre hay una reserva en la alacena.

         - Listo, entonces ya tenemos malvaviscos para compartir.

Esa última frase de mi pequeño hombrecito terminó por derretirme. Me quedó claro que después del juego inesperado en el club se animó a corretear también en el campamento. Me encantó que los malvaviscos que pidió fueran para compartir.

Al llegar a casa tomamos una siesta con mi esposa, y nuestro niño se fue a jugar videojuegos. Al despertar, revisamos a detalle un nuevo WhatsApp del señor H. Pedía una lata vacía y una papa.

Ya estábamos en el Parque Olave. La cantidad de niños fue mayor de lo que yo mismo esperaba. Había una nueva camada de pequeñitos. Había niños más grandes que mi hijo.  Estaban sus amiguitos.  Salió a su encuentro. Todos corrían o jugaban dentro de las carpas. Muchos de los papás eran mis amigos del vecindario, así que me fui a conversar. Mi esposa hizo lo mismo.

Media hora después, una guía del grupo de los Scouts daba instrucciones a los chicos sobre cómo se hace un campamento real.  Tenía una parrilla sobre unos tablones de madera. Preguntaba de dónde sale el carbón. Preguntaba que más podría encender una fogata. Explicaba todos los cuidados que se requieren para prender fuego y evitar que se extienda hacia la zona de carpas. Luego, ella se encargó de encender la fogata. Un sin número de papas, dentro de latas, esperaban para cocinarse en la fogata. Había que tener paciencia, pero los niños no la tenían y el señor H lo sabía muy bien.

        - Vamos chicos síganme –dijo el señor H.

Se fueron a un espacio abierto entre la zona de carpas, y puso sobre el césped una lata un poco grande. Unos alambres mantenían en vertical una vela dentro de la lata. Encendió la vela. De una bolsa sacó malvaviscos que ya estaban incrustados en palitos.

         - Yo quiero uno señor H –dijo una niña.

         - Yo también –dijo un niño.

         - Y yo –dijo otro.

        - ­¡Hay para todos! –repetía el señor H para evitar que se aglomeren.

Efectivamente, la cantidad de niños sobrepasó la cantidad de malvaviscos, pero teníamos unos más para repartir y todo estuvo resuelto.

Ya estaba oscuro. Las papas seguían aún bajo el fuego de la fogata. Bajo el fuego de los recuerdos, mi esposa y yo veíamos a los niños correr.  Ella salió corriendo para amarrar la zapatilla de mi hijo. Yo veía con nostalgia cómo se fue corriendo mi propia infancia.

 



Herberth Iván Roller Rivera


1 comentario:

  1. Tal cual,como su titulo,genial. Es como un ovillo de Lana lanzado de una mano a otras, formando telaranas de fuertes valores.

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Muchas gracias por leer y comentar.

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