EJERCICIOS DE APLICACIÓN

 




 En esa sección de cachimbos, Madeleine le temía a los ejercicios de aplicación. Tenía buenos compañeros de clase que le ayudaban a entender, pero cada vez que el profesor indicaba que resolverían uno, ella se asustaba. ¡Ay no, no profe! –decía.

Se aproximaba una nueva evaluación. Tenían una clase de repaso. Madeleine y un grupo de amigos subían apurados las escaleras para llegar al aula de clase. De pronto, uno de sus amigos gritó: ¡ejercicio de aplicación! Ella perdió el control y en el acto saltó. Se sujetó con fuerza del pasamanos. ¡Ay, ay, ay, con estos cachimbos que se asustan de cualquier cosa! –dijo en broma una de sus amigas, cachimba como Madeleine, con la sana intención de divertirla. No la sacó de su aferrado miedo. Otro amigo torció el pulgar de forma extraña para sacarla de su fijación. Nada de nada. Tranquila amiguita que fue solo una broma dijo quien gritó. Ella ya no los escuchaba.  Como si estuviera soldada de pies y manos, nadie podía moverla de ahí. Así que se pusieron a jugar charada como último recurso.

No había pasado ni un minuto y vieron al profesor que se acercaba al pabellón donde recibirían clases. Dos alumnas, que no sabían nada del lío en las escaleras, interceptaron al profesor para preguntarles sobre un ejercicio del libro que habían resuelto. Mostraron su cuaderno. ¿Les parece si lo vemos en el aula, en tanto llegan los tardones? Sale profe.

Mientras subían las escaleras se encontraron con el alboroto. La situación se había agravado.  El miedo hizo alucinar a Madeleine. Pensaba que estaba colgando de la rama de un árbol. Pensaba que si se soltaba se rompería las piernas. El profesor y el resto de alumnos le decían que estaba en el campus, en las escaleras, camino al aula de clases. Ella no respondía. Hasta que sus músculos cedieron y sus talones tocaron las gradas. En esa clase no hubo repaso de ejercicios de aplicación. Madeline aún temblaba.

En las siguientes sesiones de clase, el profesor repetía muchas veces la frase que generó el lío en las escaleras ¡Ay no, no profe!, se escuchaba en respuesta. El profe y el resto de los alumnos se daban cuenta que era mejor enfrentar los miedos.  En esa colaboración asistida todos sacaron lo mejor de sí. Madeleine pudo superarlo.

Después de la última evaluación, los alumnos esperaban que el profesor subiera la nota a la aplicación de sus celulares. Madeleine había aprobado con una nota excelente. Faltaba una semana para la entrega física de cuadernillos, pero ella, junto con sus compañeros de asignatura, se acercaron al aula de clase en el horario habitual. Ahí estaba el profesor, revisando cuadernillos de otra de sus secciones. Los felicitó porque eran realmente un buen grupo de alumnos, y porque todos ellos resolvieron con precisión el ejercicio de aplicación que les tocó en su último examen. Ya relajados, pidieron permiso al profesor para jugar Monopolio. Ellos se divertían mientras el profesor seguía corrigiendo en compañía. 


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