DOS MINUTOS




Aquella lección para seguir correctamente las instrucciones no debía quedarse en una mera anécdota divertida. El profesor buscaría la forma de que sus alumnos la recordaran por siempre. Recién empezaban la universidad y no debían volver a fallar por no acoplarse a las reglas establecidas dentro de un mundo tecnológico.
Cuando terminó la primera evaluación de la asignatura, el profesor todavía estaba conectado a la clase virtual.  Los alumnos activaron sus micrófonos para reclamar los puntos perdidos.  Profe yo marqué verdadero, pero decía que marque V. El profesor mencionó que de eso ya les había advertido con anterioridad. La máquina no piensa, recordó haber dicho.
Para la siguiente sesión de clases virtuales el profesor preparó un test. No tenía calificación, así que no había presión ninguna para sus pupilos. Buscaba que aprendieran a leer bien las instrucciones. Pero también era una prueba de velocidad y precisión.
La primera línea indicaba que se lean todas las instrucciones antes de iniciar la prueba. ¿Está claro?, preguntó el profesor. Por su puesto profe, escribió alguien en la ventana de mensajes de texto. Sí se entiende profe, confirmó una alumna. Muestre de una vez la siguiente diapositiva, dijo otro alumno. Listo chicos, recuerden que es sólo un simulacro. Dele profe. De acuerdo, ahí va, pero yo no intervengo hasta que ustedes terminen. No deberían demorar más de dos minutos.
La nueva diapositiva mostraba la lista completa de instrucciones. La competitividad nublaría la primera regla. El silencio se quebró en apenas unos segundos. La alerta sonora que se producía al presionar el ícono de mano levantada empezó a sonar una y otra vez. Eso era lo que indicaba la segunda instrucción. Al rato, los nombres de varios alumnos empezaban a aparecer en la ventana de mensajes de texto. Profe disculpe no se activa mi chat, dijo alguien que no llegó a escribir su nombre. Chicos esperen no hagan caso, escribió una alumna. Ja, ja, ja respondió otro alumno. Profe lo odio. Esto no vale. Es una trampa. Me hago la pichi. Cuidado que las clases son grabadas. ¡sólo me falta una y acabo!, empezaron a decir varios muchachos. Ja, ja, ja. Más risas enloquecen la actividad del chat. Alguien que se había retrasado aún escribía su nombre, corrigiendo los errores ortográficos. Ya no sigas, le dijo una de sus compañeras.  Ja, ja, ja. Ahora sí que me orino. Profe no puedo relajarme, ni me puedo mantener callado. Yo tampoco. Ni yo. Chicos ya basta lean la última instrucción. Ja, ja, ja.
No tenían que hacer nada, tan solo terminar de leer las instrucciones. La velocidad seguramente fue la prioridad del primero. El segundo para no quedarse atrás siguió al líder. Muchos dejaron de seguir leyendo y se abalanzaron a ejecutar la segunda instrucción. No quisieron escuchar a quien tenía la razón y les decía que sólo leyeran la última regla. Abolía a todas las demás y sólo tenían que esperar sentados por dos minutos.
En una nueva evaluación virtual calificada algunos alumnos volvieron a perder puntaje. Al final del semestre aún quedaban casos puntuales. El profesor pensó que no tenía sentido volver a tomar otro simulacro con el mismo objetivo. Se quedó pensando, buscando una respuesta en el insondable espacio virtual de las ideas. Sonrío al recordar esos dos minutos. Sonreía mientras escribía el primer relato breve para su blog.


Herberth Iván Roller Rivera






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