ROMPIENDO EL SILENCIO



Aún no llevaba ninguna asignatura propia de derecho pero empezaba a entender su vocación. Se sabía inocente y sentía la opresión de la cuarentena, una prisión domiciliaria que debía cumplir en beneficio de la sociedad.

Su intelecto se acrecentaba en noches de pensamiento. La delincuencia está en las calles y yo metido en casa. No hay ninguna explicación. Y gritó. Explotaron sus pulmones y su madre entró a su habitación. Ha sido tan solo una pesadilla hijo mío. Relájate que ya pasará.

Los días iban pasando, y esos gritos de noche se encerraban en sus clases virtuales. Se silenciaba. Se aislaba. Una tras otra clase distante. La desidia de la pereza en días en los que le sobraban las horas.

Hasta que con timidez se iba acercando por más que el tiempo se extendía, o al menos así él lo entendía. Lo importante es que había comprendido. Se llenaba de humanidad.  Todavía no tenía la posibilidad de argumentar. Pero lo haría.

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