AIRE FRESCO
Al menos no había tanto tráfico. Igual se le cruzó un
taxista y se detuvo para que baje un pasajero. El semáforo seguía en verde y
Grimaldo tocaba con insistencia el claxon. Sus gritos eran contenidos en su barbijo.
El taxista no necesitaba oír con claridad. Simplemente movió la mano con hostilidad
y eso hizo explotar a Grimaldo. El semáforo ya estaba en rojo. Grimaldo se bajó
del auto. Su robusta corpulencia y su talla gigantesca se reflejaban abominables en el espejo retrovisor del taxista, que avanzó en rojo y giró apresurado a la
derecha para desaparecer.
Cuando llegó al trabajo una cola de gente esperaba en la
puerta. Dedujo que no todos serían atendidos. Al menos era quincena y eso le mejoraba
el humor.
Eran las ocho de la noche cuando Grimaldo terminó de comprar
los víveres en el supermercado. Retornó a casa. En la puerta estaba Gitano, ladrando,
saltando, moviéndole la cola. Saludó a su esposa. Ella respondió el saludo con
displicencia, aunque observaba a su esposo llevar las bolsas de compras a la
cocina, seguido por su perro. Allí su hijo terminaba de beber un sorbo de leche
directo de la caja. Hola viejo. Ya te he dicho que uses un vaso. No pasa nada
viejo que ya se acabó. El muchacho tiró la caja vacía al basurero y se marchó.
Gitano permaneció en la cocina. Seguía moviendo la cola. Grimaldo
se lavó las manos. Su enorme silueta se iba reduciendo a la de un niño a la vez
que arrojaba su barbijo al basurero. Y respiró. Sentado en el suelo acariciaba
a su perro.
Cierto q el perro es el fiel amigo del hombre . Esos pequenos y sorpresivos toques de rima, me encantan.
ResponderBorrarQ buen nuevo uso del tapabocas jajaja.
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