HALLOWEEN

 


La clase ya estaba por concluir.  Alicia, no dejaría que pasara desapercibido el cumpleaños de su amiga Graciela; así que se acercó al frente del salón. Se paró al costado de la computadora que usaban los docentes en el aula. Profe, ¿puedo buscar algo en la compu?—le dijo al profesor. El profesor la autorizó y ella entró a YouTube y encontró el cumpleaños feliz a ritmo de cumbia. ¡Atentos chicos: todos los presentes vamos a cantar!!Incluido usted también profe! La melodía era más acelerada que la versión original de la canción. Las palmas también lo eran, animadas quizá porque la música era bailable o porque ya estaba por ser las ocho de la noche. Era hora de los previos, de los grupos que se arremolinan fuera del campus universitario para planear las fiestas, y ese día se celebraba Halloween. Alicia se puso a bailar frente a la pizarra del aula, animando a los presentes. La letra de la canción y la sazón cumbiambera impulsaron a Graciela. Se paró de su silla y se posicionó en el pasadizo que dividía la hilera de mesones del aula. Empezó a menearse sobre el sitio, las palmas de sus compañeros, empezó a mover los pies, los celulares encendidos, empezó a levantar los brazos, los aplausos eufóricos. Un pasito al costado, uno para atrás, un par de vueltas con sus dedos índices en lo alto, una agachadita y dos más. El alboroto atrajo gente. El profesor sabía muy bien lo que vendría. Era inminente. Pero ya no tenía forma de regresar a la asesoría de estadística que estuvo brindando minutos atrás para que sus alumnos redujeran los errores en sus trabajos grupales. Era lunes, 31 de octubre del 2022. La noche de terror y diversión se aproximaba.

El trabajo grupal de estadística, según el profesor, era la forma de alcanzar una nota sobresaliente. Tenía el mismo peso ponderado que una evaluación escrita. Todos tuvieron más de una semana completa para avanzar el trabajo; incluso la semana previa a la fecha de presentación, el profesor brindó asesorías. Algunos interpretaron ese espacio de tiempo para escapar del aula mientras el profesor asesoraba a algún grupo.  El grupo de Alicia lo conformaban Graciela, Danitza y Mariana. Mariana era también la delegada de clase; y ella, junto con Danitza, se acercaron al profesor en más de una ocasión para que revisara el avance del informe grupal. Iban por buen camino, pero aún les faltaba cálculos que significaban una buena cantidad de puntos conforme al criterio de evaluación.  El profesor, considerando que se venía el Halloween, les dijo a sus alumnos que procurasen terminar el trabajo el sábado previo; es decir con la debida anticipación.

Al inicio de la clase del 31 de octubre, ningún grupo presentó su trabajo por adelantado. El profesor no tenía bajo sus expectativas un escenario tan desolador; sin embargo, al menos vio que unos grupos tenían un avance prometedor. Profe, todavía nos queda el martes libre así que sacaremos sobresaliente – dijo Alicia. Así será si se esfuerzan y hacen bien las cosas desde ya. La vida es una sola y hoy toca disfrazarse para la fiesta – replicó Alicia. Si deciden divertirse hoy, dejen cuerpo y mente para mañana que es feriado y así acaban su trabajo. Sí que es aburrido profe, pero apure su lección hoy porque le voy diciendo que es cumpleaños de Gabriela. Entonces se lo celebramos el viernes, luego de que presenten y expongan su trabajo. Así no es profe, acaso a usted le gustaría que le festejen su cumple unos días después. En realidad, el profe no le creyó del todo, pues sospechaba que la gran mayoría de los alumnos querían que la clase terminara temprano para iniciar la juerga. Por otro lado, el profesor también tenía una reunión con unos amigos –padres de familia del colegio de su hijito–. No obstante, tenía tiempo de sobra para llegar a las 9 p.m.

Las clases de ese lunes ya estaban por concluir. En verdad era el cumpleaños de Gabriela. El baile había empezado dentro del aula. El profesor no podía detener el alboroto. Buscó con la mirada a Mariana, que al fin de cuentas era la delegada del aula. Ella solo se encogió de hombros, como diciéndole: ¡a mí no me diga nada pues ni caso me van a hacer los chicos! A su costado estaba Danitza. Aquella alumna aplicada, que solía sentarse en las primeras filas para escuchar con detenimiento las lecciones, se acababa de parar sobre una de las carpetas. ¡Ta ran ta taran tan tan! Cantaba, bailaba, aplaudía en el hechizo masivo que afectaba a la mayoría de las alumnas. Algunos grupos de alumnos, que se mantenían sentados, eran en su mayoría integrado por muchachos, aunque bien que muchos de ellos estaban grabando lo que acontecía. Mientras tanto, la bulla del aula se filtraba hacia el pasillo externo. Los rostros de alumnos, que no eran de esa clase, se asomaban por las ventanillas de la puerta. El profesor ya se imaginaba que todo ese espectáculo sería editado y un video viral se expandiría por todo el campus. Era inminente lo que vendría. Un frío helado le recorrió por la frente. Se recordó a sí mismo cuando era universitario.

-         ¡Que baile el profe! -dijo Danitza.

El profesor se sorprendió. La transformación de la disciplina en rebeldía. Danitza y Alicia lo apuntaba con el dedo índice. Mariana, que debía mantener el orden, ya no se encogió de hombros, sino que secundó a sus compañeras. ¡Sí, que baile el profe! Y ante el relajo de la delegada de clase, la petición se hizo mayoría. Las ondas sonoras que rebotan entre los muros convergían sobre el profesor como flechas lacerantes. Su pudor estaba a punto de encender sus orejas como cuando era estudiante. El momento de tensión le causó una punzada en la espina dorsal.  Esa indeseada hernia que le generaba crisis de lumbalgia, y que desde hace semanas se asomaba, apareció de pronto. No podía bailar. Tenía la excusa perfecta. Por otro lado, quería hacerlo. Sería el momento de liberar a ese muchacho universitario que aún llevaba dentro. Su pasado no pudo con su presente. Era el profesor y se mantuvo serio. Gabriela se acercaba, bailando despacito, y eso le dio tiempo al profesor para articular unas palabras. Este es momento de jóvenes, así que en esta clase hay muchos caballeros. Supuso que al menos uno de ellos saldría al frente.  Así que miró a cada muchacho del salón. No había ni un solo voluntario para bailar con la cumpleañera. Los párpados de los muchachos, como si fueran piezas de domino, se fueron cayendo uno tras otro. Agacharon sus cabezas. Todos los chicos, para evitar enrojecerse, pretendieron revisar la pantalla del celular. Minutos después, la clase se tranquilizó.

Los celulares se apagaron. El peligro del video viral se extinguió. El profesor le dijo a sus alumnos que estaban liberados. YouTube continuaba con un nuevo video. Otra cumbia sonaba por los parlantes. Profe, nos debe un baile –dijo Mariana antes de despedirse. El profesor, sentado sobre uno de los pupitres, hizo unos movimientos de brazos y manos al ritmo de la canción del momento. ¡Lo vieron! ¡Lo vieron! ¡El profe está bailando! Algunos de los chicos regresaron, pero no les dio tiempo de encender sus celulares. El profesor sonreía. ¿De verdad profe? Él no dijo una sola palabra. Ahora era el profesor quien se encogía de hombros.



Herberth Iván Roller



Herberth Iván roller  (H.I. Roller)

1 comentario:

  1. La juventud es alegría, diversión y esta se exparse como el agua en una manguera suelta,y si ,el profesor aqui es el encargado de ir cerrando la llave,para evitar que no se riegue un salón como jardín.

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Muchas gracias por leer y comentar.

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