PRONÓSTICO
Era el último día del semestre en la clase de mate.
La tensión habitual se había disipado; solo quedábamos algunos alumnos, el
profesor y la promesa de una charla distendida. De repente, uno de nosotros
pidió ir a la pizarra y, para sorpresa de todos, realizó una suma inversa
que había pronosticado minutos antes. Nos quedamos boquiabiertos. Los aplausos fascinados.
El profesor, reiteró que había grandes talentos entre
nosotros.
Dos semanas antes, el profe había explicado la función
inversa. Resultaba asombroso cómo los pares ordenados se alineaban al revés
y los dominios se intercambiaban con los rangos. Confieso que, en aquel
momento, me pareció algo mágico. Sin embargo, no quise profundizar demasiado;
mi prioridad era aprobar el curso, así que me centré en seguir el método y los
artificios que nos enseñó el profe para la evaluación final.
Ese último día del semestre, yo ya tenía todos mis cursos
aprobados. Simplemente fuimos para conversar con el profe: indagar sobre el
futuro, hablar de tecnología, tan solo compartir. Ese recuerdo me invade de
nostalgia. No consigo recordar el nombre de mi amigo que salió a la pizarra,
pero sí la asombrosa demostración que nos dejó perplejos. Le pidió al profesor
un número de cinco cifras. Luego, escribió una cifra con más dígitos, que
minutos después descubrimos que era el pronóstico de una suma. Otro compañero,
al azar, aportó otro número de cinco cifras. Luego vino un número de control,
hasta que se completó la operación. Con calculadora en mano, verificamos el número
pronosticado. Aplaudimos a rabiar. Nos
sentimos invencibles, capaces de alterar la lógica de las matemáticas; incluso
el orden del tiempo.
El recuerdo es tan nítido que casi diría que ocurrió ayer,
pero no. Hoy vivo en el extranjero y son mis hijos quienes van a la universidad, no
yo. Quizás fue un verdadero viaje en el tiempo, o tal vez, el ingreso a un multiverso.
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