PIRATAS DEL CARIBE
Bruno viajó a Arequipa con su papá. Después de saludar a su abuelita y al resto de la familia se puso a jugar con su primito Mateo. Se metieron en una pequeña carpa, pintada por fuera como barco pirata. Estaban en el dormitorio de su abuelita y ella sonreía con las travesuras de sus nietos. Más todavía con los besos que los niños le daban cada vez que llegaban a un puerto nuevo o encontraban algún tesoro. El juego se prolongó por toda la mañana.
Al atardecer, la abuelita hablaba sola. Eso asustó un poco a Bruno. Su papá le explico que
era producto del Alzheimer. Tu abuelita ve cosas que nosotros no. Están en su
mente. Entonces ella tiene una buena imaginación como un niño, verdad Papá.
Algo así hijito. Sabes papá, quizá ese Alzheimer es como un pirata malvado, que
resucita en las noches, como en esa película que te gusta. No lo había pensado
así hijo, pero puede ser.
Las
alucinaciones de la abuelita continuaron al agonizar la tarde. ¿Quién ha muerto
dices? Papá, de nuevo me asusta la abuelita. Está bien hijo, es otra vez ese
pirata Alzheimer. Le quiere robar la memoria a la abuelita. Allí ella guarda
muchos mapas de tesoros, que nunca los escribió para que no se los roben. Así
que debes cuidarla.
Esa noche, Mateo
y Bruno regresaron a jugar al dormitorio de su abuelita. Entraron de vuelta al
barco pirata y navegaron por el Caribe. Tenemos que ir a buscar a ese malvado
Alzheimer para que no regrese nunca más.
Quizá nos tome toda la noche, terminó por decir Bruno. Eta ben, voy a taer más
almohadas para domir dento del baco. Buena idea Mateo, dijo Bruno.
Una hora
después, Mateo se quedó dormido. No te preocupes abuelita, yo vigilaré toda la
noche, dijo Bruno. Luego le dio varios besos en la mejilla. Ella sonrió,
balbuceando algunas palabras incoherentes.
la llegada a la vejez y el anuncio de la llegada del sr. A., una cruda realidad, amemos a nuestros ancianos.
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