COMA
Juan se perdió durante sus clases virtuales de literatura. Estaba
ensimismado por un microrrelato de Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba ahí». Para el muchacho, lo que seguía ahí era «esa
coma». Le aplastaba el cráneo con una mandíbula colosal. No entendía por qué
aparecía una coma después del verbo y antes del dinosaurio. Así que reordenó la
oración. «A ver: El dinosaurio todavía
estaba ahí cuando despertó». Lo volvió a pensar. Intuía que la coma no tenía
cabida de esa manera. «Por fin, asunto
arreglado». Pero releyó el texto de
Monterroso y «esa coma» persistía en devorarlo.
Tenía vergüenza de levantar la mano virtual. Es más,
ni cuenta se dio de que el profesor lo notó absorto y tampoco escuchó su nombre
cuando lo llamó. Uno de sus compañeros tuvo que gritarle y recién salió Juan de
su estado de coma temporal. Y cuando despertó, «esa coma» seguía ahí.
Juan se atrevió a preguntar. El profesor
replicó: «La coma, esa puerta giratoria del pensamiento». Luego se detuvo,
buscando con su mirada en todas las cámaras de los alumnos, como lo hacía
siempre que soltaba un acertijo o una cita, y no avanzaba más hasta que alguien
le diera respuesta. En la ventana del chat, un alumno escribió:
«Julio Cortázar». Muy bien. Para ser honesto, profe, lo busqué en Google.
Igual vale.
Después escribió en la pizarra virtual:
Si Juan supiera de la bravura que posee el
dinosaurio saldría despavorido.
Si Juan supiera que es un macho alfa, sin
miedo, entonces la coma se colocaría después de la palabra «posee».
Si Juan supiera del peligro que enfrentaría,
entonces la coma se colocaría después de la palabra «dinosaurio».
¿Qué opinan muchachos? –dijo el profesor
al terminar de escribir.
La clase se volvió prehistórica. «Juan no
mata ni una mosca, profe». La ventana del chat enloquecida.
Divergencias. Palabras sueltas. Frases con doble sentido. El
profesor se mantuvo en silencio, pero bien que sonreía con picardía. Una alumna
le mandó emoticones de pasteles y bebidas por el chat. «Profe, esto tiene para
rato, así que le mando dulces para que “coma”». El profesor, aún al
margen, se divertía. Apuntó en su agenda que debía colocar en la carpeta de
Lecturas y Casos una guía para el uso de la coma. Se lo dijo a los
alumnos y retomó la clase. Dejó un ejercicio para desarrollar. Juan seguía
escapándose del dinosaurio. El profesor sabía que Juan no podría esperar a la
actualización de la carpeta con el nuevo contenido. Así que escribió un link en
la ventana del chat antes de que acabara la clase. Contenía la puerta
de escape para Juan.
Usar bien la coma,porque sino la coma se come la idea. Me divertio, me tralado a la clase virtual.
ResponderBorrarUn cuento como para ponerse a pensar como un insignificante símbolo puede tener el poder de presentarte dos escenarios distintos sólo con cambiar de ubicación en una frase. Imagínense el poder de una palabra o una frase. Algunas cosas tan insignificantes pueden cambiar el rumbo de un destino.
ResponderBorrarUn cuento como para ponerse a pensar como un insignificante símbolo puede tener el poder de presentarte dos escenarios distintos sólo con cambiar de ubicación en una frase. Imagínense el poder de una palabra o una frase. Algunas cosas tan insignificantes pueden cambiar el rumbo de un destino.
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