DE RODILLAS
Los congresistas de Barataria se
pusieron de rodillas ante las olas de terror que generaron los comunistas.
Seguían las protestas por el fallido golpe de Estado decretado por Sancho
Panza. Según la constitución le correspondía tomar el poder al vicepresidente. La
nación entera debería respetarla. Los comunistas, del mismo partido de Panza, que
buscaban el poder absoluto, desconocieron al nuevo presidente por que dijo que
asumiría el cargo de manera temporal para preparar unas nuevas elecciones. Los
comunistas no querían esperar nada. Y es que el foro de Sampao quería
incendiarlo todo. Instigaba para que se implantara la dictadura que Sancho Panza
echó a perder.
Las marchas violentas de los
comunistas seguían incendiando las calles. El dinero alcanzaba para seguir
pagando a los marchantes. Los marchantes reclamaban su pago antes de usar la
violencia. La violencia era sustentada por congresistas sangrientos; porque
según su pensar, una marcha pacífica no ayudaba en nada. Y en nada les valía la
vida de los demás.
Uno de esos días de terror, los
terroristas se propusieron incendiar la casa del gobernador de la provincia de Virgen
María. El gobernador salió a la ventana del segundo piso de su residencia con la intención de dialogar. Las piedras rompieron los vidrios. Los niños en casa rompieron
en llanto. Luego los cabecillas comandaron al escuadrón pirómano para que sacaran
de sus mochilas las bombas incendiarias. Pero antes que lanzaran las molotovs, el
gobernador se apertrechó en su ventana y empezó a disparar una escopeta. Los
terroristas salieron corrieron, se dispersaron.
Buscaban los vehículos que los trajo al pueblo para escapar. La huida
desesperada no estuvo para nada coordinada.
Un grupo de terroristas perdidos
se topó con una mujer policía al voltear una esquina. Ella estaba sola. Al ver
a esa veintena de sujetos con pasamontañas dedujo que se trataba de comunistas
que llegaron a su pacífica provincia para asolarla. Intentó resguardarse, pero de una
sola patada la levantaron por los aires y cayó al suelo. La agarraron a golpes y aún así no dejó que le quitaran su arma de reglamento. Algunas mujeres de la zona agarraron piedras y se enfrentaron a los depredadores. Les gritaron
cobardes, malditos, mal nacidos… Los varones del pueblo reaccionaron después y salieron
con palos para perseguir a los encapuchados.
La noticia del incidente llegó a
la capital. Los terroristas exigían que se adelantaran unas nuevas elecciones,
según las consignas del foro de Sampado. En la sede del parlamento, algunas congresistas
se pusieron de rodillas para evaluar los reclamos de los comunistas. No tenían
idea que no se negocia con terroristas, por más que seguían gritando: ¡Ahora sí
guerra civil!
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