CAMPEONATO
Lo apodamos "El Súper Agente
86" debido a su parecido con Maxwell Smart. Nos reuníamos para jugar al
fútbol y él era quien conseguía las canchas y lograba vencer el caos de los
horarios imprevistos. Al igual que en la serie televisiva donde se combatía a
KAOS, una organización criminal nos quitaba el entusiasmo para las pichangas
debido a cambios de horarios, lesiones o apatía. Maxwell estaba siempre
presente para remediarlo.
- - En serio no se parece, es el Super Agente 86 –solía decir uno de nuestros amigos.
Un día lo vimos llegar a la
cancha en un scooter eléctrico. Era un artefacto bastante robusto, ostentoso,
con botones especiales. Bromeamos diciendo que tenía municiones incorporadas o
incluso que le saldrían hélices. Mucho aparato, pero incómodo para manejarlo a largas
distancias porque ni asiento tiene -dijo alguien del grupo. Maxwell simplemente
comentó que esto lo usaban sólo los valientes. Siguió hablando pero no escuché
nada más. Pensé que lo hizo dentro del cono del silencio.
Algunos de nosotros jugábamos
regularmente para participar en un campeonato de veteranos en la universidad,
otros para mantenernos saludables, otros por pura diversión y unos pocos porque
no querían regresar temprano a casa para lidiar con sus esposas. Nuestros
partidos se realizaban en el Club de Petroperú, al costado del campus
universitario, lo que facilitaba llegar a tiempo en los horarios nocturnos de
los días lunes. Pero un día, de manera inusual, me lo encontré en el campus
universitario por la mañana. Estaba vestido con ropa deportiva y zapatillas de
fútbol.
– - Parece
que te has confundido de día y de hora –le comenté.
– - Nada
que ver, estoy jugando en un campeonato de estudiantes de ingeniería.
Pensé que estaba bromeando, pero era
cierto. Resultaba que cada equipo de estudiantes requería al menos de un
profesor en la cancha. En su equipo había dos profesores, por si uno fallaba.
– - ¿Y
qué tienes que hacer ahora? –me preguntó.
– - Solo
esperar media hora para almorzar y luego dar clases –respondí.
– - Vamos,
hoy jugamos las semifinales y si ganamos, jugamos la final de inmediato. Son
partidos de alto nivel.
– - OK.
Vamos, te acompaño.
Cuando llegamos, el partido de
semifinales ya había comenzado con otro profesor en la cancha. Era más muchachón
y fungía de arquero, lo que daba una ventaja extra a los muchachos de su equipo
para jugar más rápido. Las jugadas incendiaron mis pupilas y pronto su equipo
ya ganaba 2-0.
– - El
partido está emocionante. ¿Por qué no llamas al grupo de peloteros con tu zapatófono
para que vengan a ver? –le sugerí en
broma.
Maxwell me siguió la corriente y se
sacó una de sus zapatillas. Para entonces, el marcador ya estaba en 4-2.
– - ¡Profe,
¡entre por mí! –le pidió el estudiante que lo había convocado al equipo.
Maxwell tuvo que ponerse la
zapatilla rápidamente. Me sentí un poco culpable porque quizás le resté un
minuto de juego. Quedaban menos de 4 minutos. En la cancha todos eran iguales,
sin importar la edad de los profesores. Maxwell lo sabía. No podía competir en
velocidad, pero su defensa fue firme en las tres ocasiones en que intentaron
superarlo. El partido lo terminaron ganando 5-3. Luego dieron diez minutos de descanso antes de
la final y conversamos nuevamente.
– - Ahora
seguro que no juego –dijo Maxwell. Nuestro rival también es muy bueno, y el
partido será difícil.
La final fue intensa, con muchas
patadas fuera del área y pases precisos a gran velocidad. Hubo enganches y
toques de balón impresionantes. El marcador oscilaba entre un gol de diferencia
y de vuelta un empate. A pesar de los empujones y las jugadas toscas la calidad
de las jugadas se mantuvo. Las ganas del pase a la victoria eran evidentes. Y
mi amigo Maxwell salió campeón. Compartimos la foto de rigor en nuestro chat de
peloteros.
– - Pensé
que ibas a venir en tu súper scooter –le comenté.
– - Claro
que sí lo traje. Lo dejé estacionado en la terraza, junto al helipuerto.
A Maxwell lo dejé celebrando el
triunfo con su equipo. Apenas me alcanzó el tiempo para almorzar un sánguche de
milanesa de pollo. Apuré el paso para iniciar a tiempo mis clases. Mientras
caminaba por el campus, subí la mirada al cielo. Bajo la gruesa capa de nubes
limeñas no pude distinguir si algún ave negra o un dron de seguridad volaba
sobre el campus. Sonreí al alucinar que quizás era Maxwell, montado en su
scooter alado hacia una misión secreta para combatir a KAOS.
Herberth Iván Roller, H.I. Roller
No hay comentarios.
Muchas gracias por leer y comentar.