CAPACITACIÓN
De pronto, en
la capacitación de docentes, la expositora se paró de la silla. Pidió a la
audiencia que siguiera sus movimientos a través de la cámara web. Era un
ejemplo para generar una sesión de clases más participativa, más vivencial. Se
trataba de ejercicios de estiramiento, una actividad placentera que llevaba a
la distención muscular y a un sutil bienestar temporal.
Al terminar la
capacitación, Fermín consideró aplicar esa técnica en las clases que impartiría
en el nuevo semestre. Respiró un poco. Luego vino una ligera meditación que
terminó disparando su imaginación.
Las clases
virtuales habían empezado con una breve encuesta sobre el sentimiento de los
alumnos frente a la pandemia. El estrés y la ansiedad fueron las respuestas más
votadas según se mostraba en la pantalla compartida. Fermín pidió a sus alumnos que siguieran
los ejercicios de taichi, o karate o como ellos lo percibieran. Será una forma
de soltar todo lo malo. Así que muévanse a su velocidad o con la energía que
les apetezca, pero no que se queden sentados. Miren la cámara.
Fermín soltó una patada y su calzado
salió volando. Su zapatilla traspasó la cámara web. Casi le cae a un alumno.
Sus rápidos reflejos la esquivaron. Suave profe. Mil disculpas. Aquí tiene su zapatilla profe - dijo el alumno-
y la lanzó hacia su cámara web, pero llegó a la habitación de uno de sus compañeros
de clase. Profe, le voy a recomendar un talco buenazo. Si puedes oler es que no
tienes COVID-19, así que tómalo por el lado positivo -escribió en la ventana
del chat una compañera-. Fermín regresó su mente a la realidad. Sonrió por un buen rato.
Dos semanas
después empezó el semestre. Fermín comentó a sus alumnos lo que había
imaginado. Un vínculo real estalló.
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