EL ESCUDO DE PAPÁ


 

A los inicios de la era de Soft Combat en San Borja, las únicas espadas que se tenían eran las comunitarias. Las había confeccionado el Señor H. Eran muchas, aunque en ocasiones no suficientes cuando la afluencia de niños superaba las expectativas en el parque Olave. Y entre los niños también había algunos más prestos a la defensa, y entre ellos estaba Kenny.  Así lo vimos los padres que acudíamos al parque con nuestros hijos. Y también lo notó Manuel, el papá de Kenny.

Manuel alternaba las visitas al parque con su esposa.  Le gustaba sentarse en el césped, en silencio contemplativo, quizá incluso con breves lapsos de meditación. Sin embargo, estaba al pendiente de Kenny. Lo notó esforzarse defendiendo un castillo imaginario ante la arremetida de varios enemigos. Observó que le faltaba un escudo.

Días después Kenny apareció en el parque bien protegido. Llevaba un escudo de color negro con grabados de leones. ¡Qué bonito! ¡Déjame verlo! El resto de niños observaba su nuevo artefacto. Kenny no lo soltaba por nada. Su estrategia de defensa estaba completa. Fue más allá de las dimensiones físicas cuando le hice un comentario en medio de una tregua de batalla.

     Ese escudo sí que tiene la fortaleza de los leones  — le dije.

     Claro que sí. Lo hizo mi papá  — me respondió.

Kenny no dijo más nada. Su mirada decía que estaba orgulloso. Rompió su tregua por sí mismo e hizo alardes moviendo su escudo, poseído por los leones. Luego me miró, y sin más regresó a jugar con el resto de niños. Las palabras sobraban en verdad. Sentí la emoción del pequeño. Mi mente de adulto hizo una interpretación general: el hijo sentía la protección de su papá. Eso quise creer.  Quise buscar a Manuel, pero ese día en particular, quien cuidaba a Kenny era su mamá.

Por el resto de la tarde, las veces que observé a Kenny, a pesar que las batallas de Soft Combat habían cesado, en todo momento lo vi con su escudo en el brazo. Yo me moría de ganas de conversar con Manuel.

 


1 comentario:

  1. Padres involucrados en las pequeñas ilusiones de los hijos, crean grandes semillas cargadas de invaluables fortalezas.

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Muchas gracias por leer y comentar.

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