JUGANDO POR SIEMPRE

 



Usé los pisos de goma EVA, en los que solía gatear mi hijo cuando era bebé, para confeccionar un hacha de soft combat. Lucía como una enorme arma de ataque que podría partir a un demonio. Feliz la sostuvo mi crío cuando la llevamos por primera vez al parque Olave para batallar con sus amiguitos. El arma gustó, así que se me ocurrió llevar la fábrica al mismo parque para que se pueda ver el proceso de confección. Además, quería recibir ideas para aprovechar las mermas de material. Me quedaron sobrantes cuya forma asemejaba a un pequeño escudo Zulú.

Mientras mi hijo jugaba con los niños y yo fabricaba una nueva hacha, llamé a mi primo Al. Le dije que estaba en el parque Olave y que necesitaba ideas para aprovechar los restos de goma EVA.

      — De ser más grandes, podrían ser unos escudos.

     — Mándame una foto por whatsapp para ver si se me ocurre algo. Si puedo paso por ahí.

Conocía bien a Al y sabía muy bien que era capaz de echarse a jugar de rodillas en un restaurante si tenía un sobrino con quien hacerlo. Además, era creativo, y eso era lo que necesitaba. No tenía que recurrir a Autocad o a cualquier otro software de diseño por computadora que usa en sus labores, por lo que esperaba que la tuviera fácil. Así que eso que me dijo al final: «si puedo paso por ahí» era solo para despistarme.

No me equivoqué. Una hora después vi a Al. Caminaba con su Golden Retriever por el parque. Nos saludamos a la distancia y le pasé la voz para que se acercara.  Ni bien llegó hasta donde estaba, vino también una niña atraída por el perro.

     —  ¿Puedo acariciar al perrito? —dijo la niña.

     —  No es un perro. Es un león para la batalla —respondió Al.

     —  ¿De verdad es un león? —preguntó la niña.

     —   que lo es, aunque está amaestrado y es muy mansito. ¡Ven a acariciarlo! —terminó por decir Al.

Mi segunda hacha ya estaba casi lista. Le mostré a Al los sobrantes de plástico que me quedaban. Quería preguntarle si había pensado en algo y de pronto me di cuenta que no era necesario. Del bolsillo de su casaca sacó un rollo de elástico  de unos cinco centímetros de ancho, unas tijeras y un engrapador.  Me explicó su idea. Se quedó en el parque hasta que dejó funcionales cuatro escudos. Para los niños les cabía perfecto y les dejaba liberada la mano. Los elásticos apretaban el antebrazo y quedaba ceñido el escudo a la piel, como si fuese una armadura. Aún sin terminar los detalles finales, que haría yo en casa, ese mismo día se probaron los escudos en batalla.  

Unas semanas después, me encontré con la esposa de Al mientras iba de compras al Ebony.  Ella estaba bien enterada de las armas que diseñó y confeccionó Al, aunque no sabía que fueron un éxito. Los escudos de Al soportaron varias arremetidas de espadas.  Así que conversamos de ellos y algo más. Casi al final de esa conversación casual le dije que sería una buena idea preparar una batalla entre gigantes versus un ejército numeroso de entusiastas. El único problema era que éramos pocos los adultos dispuestos a enfrentarnos a tantos niños, así que necesitaríamos reclutas y Al sería un gran refuerzo. Contrario a lo que pensaba, ella me dijo que Al estaría deseoso de estar en un campo de batalla, pero no sería favorable para mí. Sin duda, se uniría al ejército de los niños.


2 comentarios:

  1. Difícilmente se rehúsa a dormir el niño q tenemos dentro cuando de nuestros pequeños se trata, hurray!!

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  2. Excelentes historias y bellos dibujos

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Muchas gracias por leer y comentar.

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