EL CUERVITO

 


Una tarde, de esas tantas en pandemia, conversaba en el Parque Olave con un grupo de vecinos. Los niños jugaban desparramados en los espacios verdes y en la zona de juegos infantiles. De pronto un grupo de cinco niños se juntó alrededor de un árbol. La amena conversación no me permitió tener plena claridad de lo que pasaba, pero el Señor H ya estaba levantando la mirada. Era inevitable que lo fueran a llamar.

        — ¡Señor H, venga y mire!  —lo llamaron esos cinco niños.

Un polluelo de un pájaro negro estaba en el césped, a los pies del tronco. Ninguno de los adultos ahí presentes era ornitólogo, así que no supimos distinguir si se trataba de un tordo, guardacaballo, cuervo u otra ave entre las que podíamos pensar.

        — Es un cuervito y no puede volar. Pobrecito — decían alternadamente los niños.

         — ¡Vamos niños! Busquemos unas lombrices —dijo el señor H.

El rescate atrajo a más niños del parque. Entre la tierra húmeda encontraron lombrices y el señor H se los daba en papilla al cuervito. Creo que tiene sed. Una mamá le dio unas gotas de agua. Creo que está cansando. Los niños amontonaban hojas secas. Creo que busca a su mamá. ¡Mamá cuervo donde estás! ¡Aquí está tu bebé y lo estamos cuidando! Los niños estaban muy entusiasmados.

Uno de los vecinos, que gustaba de ver documentales de animales comentó de que si la madre del polluelo no aparecía pronto, las posibilidades de sobrevivencia del avecilla serían casi nulas.  Yo ya veía al polluelo entumecido, por más que estaba bien custodiado entre la hojarasca y el calor de los niños. 

¿Cómo vamos a llamarle?, dijo uno de los críos. Los nombres empezaron a aletear por el aire. ¿Papá nos lo podemos llevar a casa? Que sea la mascota de todos… Uno de los padres intervino y dijo a los niños que esa avecita necesitaba a su familia. Chicos dejemos al cuervito descansar para que repongas sus fuerzas y cuando venga su mamá lo pueda regresar a su nido. Mañana, si no lo encuentra, le pondremos un nombre.

Al llegar la noche, antes de retornar a casa, mi esposa me llamó. Fuimos con mi niño al supermercado para encontrarnos con ella. Mi hijo no paraba de hablarle del cuervito a su mamá. Yo quería evitarlo, pues la razón me decía que todo ese asunto no tendría un final feliz.

Al día siguiente mi niño se levantó temprano para llevar a su mamá al Parque Olave porque le quería dar una sorpresa, pero teníamos que ir a casa de su abuelita. Alargamos la visita hasta cuanto se pudo. Cuando el sol cayó, regresamos a San Borja, y no pudimos eludir la visita al Cuervito, que finalmente no apareció.  No obstante, el Señor H se encontraba en el parque, con otros vecinos, supervisando el juego de los niños.

        — ¿Señor H que pasó con cuervito?

         — Yo vine al parque temprano por la mañana y vi como su mamá se lo llevó.

Yo no tuve la intención de buscar tierra removida cerca a ese último nido. Le dije a mi niño que el cuervito ya volaba por el cielo.

— ¿Con su mamá. verdad papá? me preguntó mi niño con los ojos húmedos.

                Sí hijito, claro que sí.


2 comentarios:

  1. MUY TIERNA HISTORIA , COMO EN LA VIDA HUMANA, LAS MADRES NUNCA DEJAN DE CUIDAR A SUS POLLUELOS, UNA REALIDAD.

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Muchas gracias por leer y comentar.

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